"Cualquier persona mínimamente interesada en la cultura popular española
debería mirar con detalle el fenómeno de los Héroes del Silencio.
No la discografía, ni la trayectoria: el fenómeno."

 
  Heroes del silencio - un fenómeno contado en primera persona  
   
     
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Detalles del libro:

Formato: Digital (pdf)

Medidas: 128 x 183 mm
(el tamaño de una caja de DVD)

95 páginas

Longitud: 163.500 caracteres

Tiempo de lectura: 3 horas (aprox)

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A modo de introducción

Hay una serie de cosas que considero intolerables. Y ya va siendo hora de ponerse firmes. Cualquier persona mínimamente interesada en la cultura popular española debería mirar con detalle el fenómeno de los Héroes del Silencio. No la discografía, ni la trayectoria: el fenómeno. Es de cajón. Pero no hay manera. Se plantan o se radicalizan. Toman partido sin asomar­­se siquiera. Vale que tener una opinión es sano y necesario, pero una cosa son los gustos y otra distinta son las situaciones. Una cosa es encapricharse con lo que ha sido bendecido por tal o cual plumilla, y otra muy distinta es cegarse fingiendo que el fenómeno no ha existido nunca. Lo encuentro intolerable. Ningunear el fenómeno de los Héroes del Silencio ha sido y es una vergüenza para los comentaristas culturales de este país. Porque no ha sido un puñado de canciones y cuatro tíos haciendo ruido por las esquinas. Ha sido mucho más, tan numeroso y tan notable que para no asumirlo hay que hacer un esfuerzo concienzudo. Tan voluntario como un matemático que evita los números impares porque le dan mal rollo, o un ornitólogo que ignora las palomas porque le incomoda el sonido cuando arrullan. Evitar conscientemente un fenómeno evidente sin hacer de tripas corazón y estudiarlo, negarse a reflejarlo por animadversión, es faltar a la disciplina. Precisamente la disciplina es la que ofrece herramientas para asimilar y modelar los fenómenos que trascienden en escala a todos los anteriores. Pero en este caso las herramientas han sido sistemáticamente despreciadas porque en el cambio de escala los comentaristas han perdido el norte. El fenómeno de los Héroes, por puro extremo de velocidad, de eficiencia y de volumen, va a ser necesariamente el parámetro con el que se van a calibrar todos los fenómenos musicales realmente serios que sucedan en España. Necesariamente, a menos que sea ignorado. Porque los profesionales, antes de reformular este nuevo fenómeno que condensa los demás y los contiene, han optado por una posición incomprensible. Han decidido tirar las brújulas, perder el oremus, y plantarse con las manos en las orejas diciendo lalalala muy fuerte para aislarse del mundo exterior. La literatura sobre los Héroes del Silencio ha orbitado entre la adoración de vida de santos -que es lo que vende entre los fans, en cualquier campo- y el bochornoso ninguneo salpicado con gestos de desprecio. Esto es lo que hay, y es intolerable. Ni fueron unos artistas que intermediaron entre el público y la intocable diosa cultura sin condicionantes externos, ni fueron uno de esos cientos de grupos que limitaron su influencia en el continente al área que cubre la televisión nacional. El análisis requiere no limitarse a la escucha en sofá y ver dos dvds con palomitas. Afrontar así el modelo significa perderlo, borrarlo, eliminar el referente que nos debe servir de escala patrón.  Con esos previos, no vamos a llegar a ninguna parte.

El fenómeno de los Héroes, como a cualquier zaragozano que superara el metro de altura cuando acabaron los ochenta, me dio de lleno. Y veo con estupor que las preguntas esenciales no las responde nadie: por qué una generación entera se ilusionó de forma irracional con los Héroes, por qué los aficionados y profesionales de la música escrita les cogieron tirria, por qué los fans enloquecidos abandonaron el barco a mediados de los noventa… Hay muchos datos sobre el grupo y sus discos y sus giras, pero nadie explica qué pasó con la gente. Porque al fin y al cabo, eso es hablar de la cultura popular. Hablar de cómo reaccionó toda una ciudad y por qué reaccionó así. Como no hay nadie que escriba esa historia, ya saben, la tiene que hacer uno. Uno que estuvo allí, pero que estuvo de paso. Alguien que jamás ha hablado con miembros de la banda, que se asomaba de paso por los bares donde cuajaba el movimiento, que estuvo en unos cuantos conciertos -todos ellos, en la ciudad de origen de la banda-, y que -no lo puedo recalcar suficiente- no tiene ningún tipo de información reservada. Una historia que no tiene encabezados tomados de las letras de sus canciones - eso ya la hace excepcional-, que siempre va a añadir el artículo “los” al hablar de Héroes del Silencio –porque los maños de a pie siempre se han referido a ellos como los Héroes-  y que en ningún momento va a valorar la calidad musical, porque el análisis del fenómeno ni siquiera necesita acercarse a ese argumento de conflicto. Esta es la historia de un grupo de chavales que decidieron hacer música y la de toda una generación, vista por un tipo que simplemente estaba allí. Que va a contar lo que todos han contado, pero que va a explicar lo que nadie ha explicado. Una historia de militancia espontánea y abrumadora que, superando voluntades inexplicables y contra todo pronóstico, acabó triunfando. Y es la historia de tu ciudad y de tu pueblo, que es un tipo de texto en el que nunca sales bien parado. No va a ser fácil. Pero alguien tiene que hacerlo.

 

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